viernes, 17 de septiembre de 2010

Las hormigas empinadas

En un gran jardín, lleno de flores y arboles había un imponente y alto pino, junto a él se encontraba una pesada baldosa color verde, que se confundía con el pasto, y bajo esta baldosa vivía un grupo de trabajadoras hormigas. Todos las mañanas juntaban comida que guardaban para el invierno y días de lluvia. Subían a las ramas mas altas del pino para ver desde ahí en qué lugares había comida y así organizar los recorridos que harían ese día. A veces juntaban hojas y flores, otras pasaban por la cocina de la casa, juntaban migas de galletitas o alfajores de los niños que jugaban en el jardín o visitaban colmenas abandonadas para proveerse de miel en los días de frío.
La hormiga Rosita era una de las mas pequeñas del hormiguero, la llamaban así porque su comida preferida eran los pétalos de rosa. Pero Rosita tenía un gran problema, no podía acompañar a las hormigas a subir al árbol, le parecía muy alto y empinado, sentía miedo y se mareaba.
Sus hermanas la llevaron a consultar a la hormiga sabia, que era la hormiga mayor, la mas anciana. Su nombre era Cala, era una hormiga muy viejita, sentada en un gran trono de ramas secas y y llevaba como cetro una hermosa cala. La anciana Cala sabía bien cuál era el problema de Rosita, ya lo había visto muchas veces a lo largo de sus años. Sus mareos no estaban relacionados con el miedo o con el vértigo, su problema era que no podía oír bien y por eso se mareaba. Un sabio consejo le dio Cala a Rosita:
-Muchas veces no podemos realizar las mismas actividades que nuestros compañeros, no debes preocuparte por no poder subir al árbol, tu podrás realizar otro tipo de tareas en el hormiguero. En una familia todos tenemos distintas habilidades.

Y tu, amigo, ¿has descubierto alguna vez un hormiguero bajo una baldosa?

Para escuchar el cuento:


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